Hoy quiero referirme querido lector, a uno de los aspectos más importantes en las relaciones humanas y que cobra, además, un valor primordial en el ámbito familiar. Me refiero, como reza el título del artículo, al diálogo con los hijos
A menudo encuentro gente, compañeros, amigos, participantes de los cursos de orientación familiar, que no saben de qué hablar con sus hijos. Hablan de cosas banales e intrascendentes, que está muy bien para trabar confianza y romper el hielo pero se quedan ahí, sin aprovechar la oportunidad para ahondar en las inquietudes de ellos.
No es fácil encontrar padres que cuenten a sus hijos aquellas cuestiones que les han marcado, experiencias vitales que pueden hacer mucho bien y determinar, por qué no, el éxito o el fracaso en algún momento de sus frágiles y aún inexpertas vidas. Encontrar el momento propicio para abrir el corazón y contar quizás, aquellos errores en los que se ha caído, aunque suponga ponerse colorado, puede generar un vínculo de unión y confidencia que promoverá la apertura del hijo al diálogo.
Cada vez se ven menos padres dispuestos a transmitir aquello que se ha aprendido incluso de sus propios padres…como los tiempos han cambiado, el ambiente es más “libre” y el pensamiento es “más progre”, se quedan con ese tesoro escondido por miedo a quedar en ridículo.Como dice el escritor José María Contreras, nos da vergüenza hablar de cosas trascendentes en el seno de nuestro hogar, de cosas “de fondo”, de cosas que pueden allanar el camino de nuestros hijos hacia la felicidad.
Para eso hay que prepararlo, hay que buscar el momento, provocar el encuentro y dedicar tiempo. Hay que proponérselo y vencer la timidez.
Todo lo anterior, es costoso, pero hay que superarlo.
Bueno! Pero hay edades y edades en los niños…
Por supuesto. En las primeras, aquellas que van desde su nacimiento hasta los 3 años aproximadamente, llamada la edad de los primeros pasos, y las que van desde los 3 hasta los 6 años, llamada la edad de las primeras letras, puede pasar algo inadvertido lo comentado en los párrafos anteriores; pero a partir de los 6-7 años, nuestros hijos entran en la fase denominada de las primeras decisiones y se torna saludable dialogar con ellos…para crear hábito y confianza tal que, cuando lleguen las edades más complejas, la preadolescencia, la adolescencia y la juventud, sea más llevadero para ellos y para nosotros, concretar momentos de diálogo profundo y sincero que ayude, aconseje y oriente en las “tormentas del alma” que suelen sufrir a esas edades.
hablar
Tenemos que convencernos que cuando alguno de los progenitores habla en serio, sus hijos le escuchan porque lo necesitan y, aunque no lo sepamos, están deseando que lo hagamos.
Es que a todas las preguntas que hago, obtengo como respuesta un sí, no, no sé.
Lógico…piensa: tú cuando hablas con tus amigos, lo haces tipo interrogatorio? Qué tal la clase? Cómo fue el examen? Qué comiste hoy? Qué cuenta tu amigo?
A qué no, verdad? A que con tus amigos hay una comunicación bidireccional: tú compartes con ellos y luego ellos comparten contigo; tú me cuentas tus cosas y yo te cuento las mías.
Pues lo mismo tienes que hacer con tus hijos, porque si no es muy difícil que haya comunicación, lo que sí hay es información y además, sobre cuestiones que a ellos no les interesan.
Claves importantes:
Infórmate de las cuestiones que a tus hijos le interesan de verdad para poder hablar de esos temas.
Comparte: comparte con ellos tus inquietudes, los problemas de tu trabajo, las discusiones con tus amigos, pídeles opinión…si ellos notan que participan de tu vida, que tienes en cuenta su consejo, puede que cuando les preguntes, ellos también acepten que participes de la suya.
No te apresures a juzgar (eso corta cualquier comunicación, tenlo por seguro), provoca que reflexione y quizás entonces fluya el diálogo.
Tenemos que perder el miedo a hablar con nuestros hijos. Cuanto antes mejor. No te olvides que el problema de la comunicación no se soluciona con el tiempo.
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