El carnaval de Santa Cruz de Tenerife es uno de los más afamados del mundo. Sus fiestas con comparsas, murgas y rondallas, la elección de la reina, la cabalgata y el entierro de la sardina conforman, junto a las decenas de espectáculos y diversión callejera, una cita ineludible
El espíritu del carnaval, la más desenfadada de las fiestas populares, vive en Santa Cruz de Tenerife. Por las calles de la capital de Tenerife se produce cada año una especie de transformación mágica:. la población y los visitantes se disfrazan, desfilan,. bailan y cantan por las calles y las plazas en un ambiente festivo único.
Identidad
Los carnavales tinerfeños se han incorporado a esas citas puntuales con la identidad y el recorrido propio que solo se registran en contados lugares del mundo,. es así que su fama congrega a miles de visitantes extras, más allá de los turistas que llegan a la isla fascinados por sus playas y atractivos naturales. Y esa expectativa creciente ha originado que cada año, en cada conmemoración,. se amplíe la oferta de espectáculos,. incluso en la semana de preparación.
Fiestas que históricamente se remontan a inicios del siglo XVI,. cuando hombres y mujeres invertían sus vestimentas en los disfraces. Aunque los carnavales tuvieron épocas menos felices,. cuando estaban prohibidos porque se los veía como una diversión provocativa y. rebelde que amenazaba a los pensamientos más autoritarios. Y hasta atravesaron etapas de clandestinidad en los que el espíritu del. carnaval se conservó en la intimidad de las casas particulares de la ciudad.
Sin embargo, desde finales de los años sesenta, cuando la fiesta se recuperó popularmente y. fue considerada de interés nacional, no ha hecho más que crecer. Un punto de inflexión se produjo en 1987,. cuando consiguió entrar en el libro Guiness de los Records con el gigantesco baile realizado en la Plaza de España,. donde se congregaron más de doscientas mil personas que bailaron desenfrenadamente en una noche mágica al son de la orquesta Billo’s Caracas Boys y. la voz de la cantante cubana Celia Cruz.
La Cabalgata
La Cabalgata, en la que desfilan las murgas, las carrozas carnavalescas y miles de espontáneos disfrazados, y que generalmente se realiza en la avenida de Anaga, es otro de los núcleos esenciales de los festejos que da rienda suelta a la voz, la sátira y la acidez propia de esas fechas. A ellos se suman las rondallas y las comparsas que llevan la diversión de barrio en barrio y de escenario en escenario. Para la mayoría de los espectáculos es necesario tomar reserva con mucha antelación porque se agotan rápidamente las entradas. Pero el final de fiesta es abierto para todos: la celebración del entierro de la sardina es de lo más sugestivo: se apagan las luces del alumbrado público de toda la ciudad y un grupo de personas hace desfilar una enorme sardina muerta de papel, como una representación del final del reino temporal de don Carnal. Un “cortejo fúnebre” de centenares de viudos y viudas con trajes negros que deambulan tristes, llorando y simulando desmayos, acompañan junto a otros disfrazados de fantasmas con sus sábanas blancas. Al final del cortejo, la sardina se quema en una gran hoguera y todos los asistentes bailan alrededor del fuego. Este juego simbólico se repite cada vez con mayor asistencia de gente y con más entusiasmo.
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