Este crossover urbano ha hecho de la singularidad su bandera. Pero ojo, es mucho más que un coche diferente. Aporta espacio, una posición de conducción elevada, un equipamiento muy funcional y, en esta versión con cambio automático de doble embrague, un confort de marcha sensacional.
Algo de especial tiene que tener el Soul cuando Peter Schreyer, uno de los grandes gurús del diseño de automóviles lo recuerda como una de sus creaciones más especiales. “Cambió la marca”, dice, y no se equivoca. Kia partió el molde con él y su línea es tan atrevida y distinta que, años después, sigue mirando por encima del hombro al resto de los crossovers urbanos. Entre otras cosas, porque su línea es tan rompedora que encaja mejor que nadie el paso del tiempo.
Más aún en una versión como a la que nos hemos subido en este número. Porque el Soul, si se pone, puede llamar muchísimo la atención. Por ejemplo, vistiendo su carrocería de riguroso negro, pero dando pinceladas de color al techo, carcasas de retrovisores y a las propias llantas. El resultado, no nos lo podrán negar, es cautivador. La cabina también puede recurrir a combinaciones de tonos, aunque con contrastes más suaves al mezclar el negro dominante con el gris o el marrón.
Es un coche de difícil clasificación el Soul. Pero eso, poco importa cuando nos subimos en él. No se trata de un todocamino porque ninguna de sus versiones dispone de tracción 4×4, pero tampoco es un turismo al uso. Se percibe al verlo, pero mucho más claramente al rodearlo y abrir la puerta. La situación más elevada de los asientos (otra característica típica de los crossovers) permite tener una posición dominante sobre la carretera si se compara con los utilitarios convencionales. A la vez, se puede aprovechar mejor el espacio interior, ya que las rodillas de los pasajeros van más flexionadas. Sólo así y a pesar de un tamaño súper compacto (4,14 metros) su maletero se reserva 238 litros de capacidad. Esa compacidad es la razón de ser de esa etiqueta urbana, porque en realidad el Soul no conoce límites cuando de pisar asfalto se trata. En ese entorno repleto de semáforos, pasos de cebra y el slalom continuo al que nos obliga el propio tráfico, saca a relucir toda esa agilidad. La perfecta visión del piloto hace más llevadero este trajín y, sobre todo, el hecho de poder contar con la ayuda del cambio automático DCT que es la guinda. Se trata de una transmisión de doble embrague y siete velocidades. Ambos factores propician que la transición entre una y otra velocidad sea suave como la seda, ya sea en sentido ascendente o descendente. Tiende a emplear relaciones largas, pero un giro repentino de tobillo lo pone alerta de inmediato para bajar cuantas marchas sean necesarias y aportar de inmediato los 136 CV del motor 1.6 CRDi. Este propulsor diesel de inyección directa y sobrealimentado asociado a esta avanzada transmisión desarrollada por Kia tiene como ventaja respecto a anteriores versiones automáticas del Soul, que su consumo es muy contenido y en valores medios supera por poco los cinco litros de combustible cada 100 kilómetros. Porque aunque el Soul sea, dentro de la gama de la marca coreana, un verdadero coche ‘de autor’ por su diseño vanguardista y personal, sus argumentos más poderosos en esta versión –los que al fin y al cabo son capaces de desequilibrar una decisión de compra– son puramente racionales: sensación de seguridad y espacio en su interior, confort de marcha, economía de consumo y, por supuesto, los siete años de garantía que Kia ofrece ‘de serie’ en la totalidad de su catálogo.
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