Como todos los meses, buscamos en este espacio, esbozar unas ideas que nos ayuden a reflexionar, sin ánimo de rivalidad ni de partidismo como tantas veces lo he repetido pero con la convicción de que necesitamos tener un discurso argumentando para construir una sociedad de bien
Te traigo hoy querido lector, ideas inspiradas en la pluma de Iván Lopez Casanovas, médico y escritor de nuestra tierra, que busca iluminar a las personas para que alcancen la felicidad.
Escribe Julián Marías en su “Antropología metafísica” que todos los planteamientos filosóficos son artificios intelectuales para vivir y entender mejor algo que nos supera, lo real: “Se trata de entender la realidad. Con otras palabras, eso que hay”. Porque los esquemas intelectuales son universales y “las cosas humanas a las cuales tengo que orientarme son individuales y sensibles”, afirma. Ahora bien, el maestro aclara que si advertimos esto, . lo artificial de las propuestas antropológicas, podemos utilizarlas sin dogmatismos para que nos aporten claridad.
Por eso, la perspectiva de género resulta un instrumento intelectual que ilumina muchas cuestiones sobre nuestra condición sexuada. Entre otras y sobre todo, subraya que parte de las conductas y sentimientos considerados como estereotipos de lo femenino o lo masculino no son más que eso, construcciones culturales; también, nos ofrece claridad sobre las injusticias para la mujer que se ocultan en costumbres, leyes y estructuras diversas. Asimismo, destaca la atención sobre las orientaciones sexuales no heterosexuales.
Pero una cosa es la perspectiva de género, que se puede sumar a otras como la perspectiva familiar -y que nos ayuda a mejorar las relaciones entre mujeres y varones- y otra, muy distinta, la ideología de género. Esta, como toda ideología, comporta una idea intelectual rígida y única con la que se interpreta lo real a martillazos para que todo lo expliquen sus categorías,. totalizando la realidad en relación a las cuestiones sexuales y de género, y olvidando que solo es un constructo intelectual.
Cada vez veo más personas que emplean los conceptos derivados de la perspectiva de género como si fueran estatuas de piedra sólidas y reales. Por ejemplo, cuántas mujeres exponen sus opiniones -respetables, por supuesto- como si fueran las de todas las mujeres del mundo. (Cada vez que oímos expresiones como “nosotras, las mujeres, tenemos, sabemos, decimos…?”, se está manipulando el lenguaje: ¿de qué mujeres se habla, de las que van a misa diaria; de las del partido feminista de género que, pechos en ristre, asaltan capillas; de las madres de familia??).
Afrontar las relaciones varón-mujer desde la perspectiva de heteropatriarcado y dominio supone adoptar la perspectiva casi única de una relación patológica y de lucha para aplicarla como mirada global,. cuando la realidad responde a multitud de causas. ¿No sería más fecundo comprender por qué se llega a esa relación distorsionada y prevenirla,. profundizando, para ello, en un discurso ético,. antropológico-complementario y espiritual? Pero cuando se entiende todo como relaciones de poder, estas cuestiones ni siquiera se ven, quedando oscurecidas en un simplista alegato mono causal.
Presentar estas relaciones como una lucha de poderes, y constatar tanta violencia sexual a diario, puede hacer olvidar su núcleo antropológico: . la entrega llena de libertad y alegría, la felicidad del darse. También puede contribuir a olvidar nuestra vulnerabilidad, ese necesitar totalmente del amor de los demás y de ofrendar el nuestro; entonces se iluminan los valores: intimidad, delicadeza, ternura, regalo, sinceridad, educación, pudor.
Insisto: la perspectiva de género es una “idea inventada”,. un esquema antropológico, que puede aportar luces; pero si se convierte en ideología,. se luchará por ella con fanatismo y . se llegará a un totalitarismo similar al de las ideologías del siglo XX, con sus Auschwitz y Gulags.
Hagamos un alto. Busquemos en lo profundo de nuestro ser. Estamos hechos para darnos y en ello reside la felicidad…por mucho que nos cueste aceptarlo.
La poesía de Corina Dávalos, nos atisba un pequeño destello del amor conyugal:
“A veces, cuando duermes, yo te miro.
Mis manos acarician, muy despacio,
los bordes apacibles de tu rostro.
los párpados se cierran y me quedo
dormida con la mano en la caricia.
Quizá tú te despiertes y me encuentres
rendida al sueño, frágil como un niño.
A veces entre sueños he creído
que tú también me miras cuando duermo”.
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